Me he considerado en deuda con esta novela desde hace mucho tiempo. En concreto, desde la primera vez que oí hablar de ella, hará ya unos ocho años. No fueron pocas las veces que me recomendaron su lectura, ni tampoco las ocasiones en las que mi ratoncito de biblioteca interior me incitó a buscar la ocasión de sumergirme en ella. Sin embargo, mis propósitos siempre acababan cayendo en saco roto, por lo que la historia de Marina permaneció oculta para mí. Hasta el día de hoy, en el que, quizá por mera casualidad, quizá por designios del destino, una amiga se ofreció a prestarme un ejemplar, desgastado por el tiempo, pero impregnado del cariño incondicional que todos los amantes de la literatura depositamos en cada obra que leemos.
Ahora que he saldado mi deuda para con Marina entiendo por qué a este libro se le aclama tanto, y quisiera compartir mis reflexiones al respecto. Empezaré por señalar que no lo leí impulsada por meras recomendaciones; ya conocía a su autor, Carlos Ruiz Zafón, y su Trilogía de la niebla es una de las joyas de mi biblioteca. Tenía verdaderas ganas de comprobar si Marina se le podía equiparar: si contaba con el aura de misterio que impregna El príncipe de la niebla, el exotismo de El palacio de la medianoche o la magia de Las luces de septiembre. Y he de decir que mis expectativas eran bastante altas, y no se han visto en absoluto decepcionadas.
29 de Noviembre del 2016
Por aquí os dejo una serie de algunas de las portadas que han ilustrado la novela. Os animo a adivinar cuál es mi preferida y a dar vuestra opinión al respecto ;)
Marina está impregnada de tintes que se antojan de inspiración gótica. Hay quienes la encasillan dentro del género del terror, y no es de extrañar. La historia que cuenta tiene mucho de hermosa, pero también de triste y sombría. Claro que cada cual tiene una concepción diferente de lo que es la belleza; para mí, son esas pinceladas las que le otorgan un aire especial.
En cuanto a la trama, seré breve; no me gusta destripar libros y no voy a empezar a hacerlo ahora. La premisa de la que parte es interesante; su desarrollo, más interesante aún, y muy fría ha de ser una persona para no acabar derramando un par de lágrimas con ella, o al menos emocionándose un poco. Pero solo desvelaré que el protagonista, Óscar Drai, movido por la curiosidad innata en los personajes de Zafón, se ve involucrado en una serie de misterios que envuelven la ciudad de Barcelona, acompañado por la joven que da nombre a la novela.
Pero si hay algo que merece alabanzas hasta la saciedad es estilo narrativo de Zafón. Abundan las descripciones, que sin embargo no se hacen en absoluto pesadas. Todos los detalles están hilados y armonizados entre sí, y juntos componen una maravillosa sonatina, que se desliza ante los ojos de forma casi imperceptible, dejando al mismo tiempo una huella imborrable en el lector. Para más señas, os dejo por aquí un par de fragmentos:
"A finales de la década de los setenta, Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia. Fue allí, al eco de calles que ya no existen, donde catedrales y edificios fugados de fábulas tramaron el decorado de esta historia"
"Aquel día el fantasma de Gaudí esculpía en el cielo de Barcelona nubes imposibles sobre un azul que fundía la mirada"
(¿Es o no es poesía bellamente vestida de prosa?)